viernes, 23 de abril de 2010

Seleccionados nacionales y listas negras. 23-IV-2010

La economía del futbol

Seleccionados nacionales y listas negras
Ciro Murayama | Opinión

Los 32 entrenadores de las selecciones nacionales que participarán en la Copa del Mundo 2010 afinan el listado de jugadores que llevarán a Sudáfrica y que concentrarán la atención del orbe entero durante un mes. De acuerdo con el reglamento de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), para el 11 de mayo, un mes antes del inicio del torneo, cada federación deberá enviar una lista de 30 futbolistas y, para el 1 de junio, todo representativo tendrá que fijar quienes serán los 23 jugadores que, finalmente, acudirán al Mundial. De ellos, tres han de ser porteros.

En el caso de México, Javier Aguirre trabaja con 18 futbolistas que participan en el torneo local y está en espera de que concluyan las ligas en Europa para configurar su lista definitiva. Puede decirse que el técnico tomará su decisión con base en criterios deportivos –la calidad de los jugadores, su capacidad de acoplarse al tipo de juego que pretende desplegar–, así como de idoneidad para trabajar en el equipo: ya se sabe que conductas como la del portero de Cruz Azul –que participó en una riña– o personalidades como la del arquero de Santos pueden costar una nominación al cuadro nacional. Sin embargo, en el pasado hubo la tentación de los dueños de los equipos de futbol de primera división en México para alterar el criterio del entrenador por razones extradeportivas, como el hecho de que determinado jugador haya pretendido hacer valer sus derechos laborales.

La historia la cuenta Miguel Mejía Barón, entrenador nacional en el Mundial de Estados Unidos 1994. En un artículo publicado en el diario Récord (“15 años después”, 19/07/09, pp. 26-27), en principio dedicado a explicar por qué no hizo cambios en el partido que México perdió en tandas de tiros de penal frente a Bulgaria, cuenta lo siguiente sobre la convocatoria que realizó para disputar la Copa América Ecuador 1993: “Unos pocos días antes de salir a Ecuador me encontré con una situación que, lamentablemente fui enterado por ajenos [en esta nota se respeta la sintaxis original], no por el grupo de jugadores comandados por Hugo [Sánchez], que presentaron un documento donde manifestaban su desaprobación por el Draft [el mercado donde, al inicio de cada temporada, los dueños de los equipos de futbol compran y venden jugadores] y sobre todo por la falta de sensibilidad y respeto para el jugador en general al impedirle que decidiera su destino, pues no tenía la libertad de escoger al club para continuar con su trabajo. No tenía voz ni voto. ¡Increíble! Pedían que suspendieran el Draft, que era denigrante y que al jugador se le respetara la oportunidad de cambiar de aires al equipo y ciudad de su preferencia”. Y añade que él como entrenador respaldó las reivindicaciones de los futbolistas “a pesar de las sugerencias y amenazas de los directivos, encabezados por el mismo presidente de la FMF [Federación Mexicana de Futbol] de que dejáramos a los que ellos consideraban los cabecillas de este movimiento (Hugo, [Jorge] Campos, [Luis] García, el capitán [Ignacio] Ambriz y otros más) y nos lleváramos a otros a Ecuador. Yo les respondí que los títeres se conseguían en otro mostrador”.

La pretensión de crear en el negocio del futbol un estado de excepción frente a las leyes nacionales, negándole al trabajador, en este caso al futbolista, la capacidad de decidir donde sí y dónde no laborar, es antigua y vigente a la vez. No sólo se trata de la compraventa sin tomar la opinión del jugador, al que se le da el trato de una mercancía inanimada, sino incluso de vetos para aquellos futbolistas que siendo dueños de sus propias cartas como profesionales se ven sometidos a sanciones extralegales. Es el caso del mal llamado “pacto entre caballeros” que acordaron los directivos del futbol mexicano: si un jugador concluye su contrato, es dueño de su carta y se va sin el consentimiento del equipo, no volverá a ser contratado por ningún otro club mexicano. Casos de jugadores víctimas de ese arreglo sobran. Uno de los más conocidos, de forma reciente y por el triste final del futbolista, fue el de Antonio de Nigris: aunque después de jugar en España quiso volver a México, el “pacto” le impidió ser contratado, por lo que acabó jugando en las ligas de Turquía y Grecia, país en el que falleció de manera inesperada.

Los abusos contra los jugadores, a quienes se da, literalmente, un trato similar al que recibían los peones acasillados antes de la revolución de 1910, no son recientes ni exclusivos del futbol. Baste recordar el intento de formar un sindicato de futbolistas, que truncó la carrera de Carlos Albert, o el saboteo de que fue objeto la Asociación Nacional de Beisbolistas (Anabe) a fines de los años 70 que, entre otras cosas, expulsó del beisbol profesional –e incluso de los registros históricos– a jugadores emblemáticos como Ramón El Abulón Hernández y Jorge Fitch, entre otros.

El deporte profesional es un espectáculo, con participación de empresas obligadas a respetar los derechos de los trabajadores y a observar las leyes, aunque en la realidad ocurre otra cosa. Por ejemplo, en la Ley Federal del Trabajo hay un capítulo, el 10, dedicado a los deportistas profesionales. Su artículo 295 dice, textualmente: “Los deportistas profesionales no podrán ser transferidos a otra empresa o club, sin su consentimiento”, es decir, lo que hace más de 15 años peleaban Hugo Sánchez y Jorge Campos y que a los ojos de los directivos del futbol les debió haber valido la exclusión de la selección nacional. En efecto, hay unos dueños de los equipos de futbol propios del Porfiriato, que se comportan como hacendados. ¿Sorprende, entonces, la mediocridad de los resultados?

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